Sin
dudas, el movimiento conocido como “Mayo Francés”, impulsado en 1968 por
estudiantes de la Universidad de Nanterre, constituyó las bases de una
revolución que se extendió por todo el mundo.
La
rebelión consistió en una alianza de diversos grupos que, bajo el lema
“Prohibido Prohibir”, se pronunciaron en contra del gobierno de Charles De
Gaulle. A los estudiantes se sumaron grupos obreros, y sus principales
referentes fueron Herbert Marcuse y Jean Paul Sartre. También fueron parte de
la protesta la Juventud Comunista Revolucionaria, el Partido Socialista
Unificado y los Anarquistas.
A pesar
de su fracaso político, debido a la ausencia de conducción política y a que los
sucesores de De Gaulle no llevaron a cabo una verdadera reforma de las raíces
del gobierno contrariado por la revuelta estudiantil y obrera, las
consecuencias de ésta fueron claras y se extendieron, sentando las bases del
cambio social en todo el mundo.
En 1969
y bajo el lema “Obreros y estudiantes, unidos y adelante”, el “Cordobazo” tomó
las ideas y el espíritu francés y convulsionó política y socialmente a la
Argentina, dejando su huella como una de las mayores etapas de revolución de la
historia.
En Estados Unidos, el influyente Hippismo que
se extendió en la década del 60, combinó los efectos de la rebelión juvenil con
la llamada “Revolución Sexual”, y se impuso como un estilo de vida nuevo,
planteando transformaciones liberales, que se enfrentaban al capitalismo. En
Checoslovaquia, las ideas francesas impulsaron “La Primavera de Praga” que, contagiada
por los aires liberales, pretendió la restauración de las libertades civiles y
políticas, pero fue reprimida rápidamente.
Estas
manifestaciones tienen una estrecha relación con lo acontecido en Francia, no
sólo por su ubicación temporal en la década del 60, sino porque se
constituyeron como corrientes de pensamiento y de acción que se desplegaron en
contra del capitalismo y tuvieron como principales protagonistas a los jóvenes,
en pos de la modificación de las políticas que los esclavizaban a una lógica en
la que no poseían participación ni decisión acerca de su propia vida, sino que
estaban signados por la voluntad de las clases altas, propietarias de los
medios de producción.
A su
vez, la Revolución Cubana, acontecida con anterioridad, fue un hecho que se
convirtió en una de las mayores influencias de lo que sucedería en Francia, y
la figura de Ernesto “Che” Guevara, asesinado en 1967, un emblema del espíritu
revolucionario enarbolado por las multitudes francesas durante la revuelta.
Marcuse,
máximo exponente del Mayo Francés antitotalitario, vislumbró en su pensamiento
el futuro de las sociedades que padecerían las consecuencias del capitalismo:
etapas de barbarie, violencia, exclusión, división social y agotamiento de los
recursos naturales fueron algunos de los pronósticos que vaticinó hace medio
siglo este pensador.
Hoy,
lejos de ser un pronóstico, en un mundo en el que los intentos por alejar al
capitalismo del poder han dejado huella pero no han podido desterrarlo, las
palabras de Marcuse se vuelven palpables, en una realidad desigual, en la que
los recursos económicos son causa de destrucción y violencia, y la humanidad se
deshumaniza, alejándose con cada paso de aquel ideal francés.
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