Actualmente, la riqueza de un lago se asocia a
la existencia de una reserva de agua dulce, un recurso natural que posee mucho
valor, determinado sobre todo por su escasez. Se piensa, incluso, que la lucha
por el agua puede ser motivo de grandes guerras en un futuro no muy lejano. Sin
embargo, el Lago Ramos Mejía, posee una riqueza extra.
En 1997, un pescador que trabajaba a orillas
de ese lago, ubicado en Neuquén, se sorprendió con la presencia de restos
fósiles, que desenterró uno a uno con su cuchillo, hasta llegar a la suma de
130 huesos, sin sospechar que habían pertenecido a un dinosaurio.
Bicentenaria es el nombre que le dieron a la
criatura, que integra el Museo Argentino de Ciencias Naturales. Se trata de la reconstrucción
fósil de aquel ejemplar que forma parte del patrimonio de la institución desde
el año 2007, cuando su descubridor, Raúl Espedale, cedió su hallazgo al
paleontólogo Fernando Novas.
Bastante más añeja que el calificativo al que su nombre
hace referencia, esta criatura vivió en los alrededores de El Chocón, en el sur
argentino, hace alrededor de 100 millones de años. Por tal motivo, los diez
años que tardó aquel pescador en dar a conocer su hallazgo, no opacan el
orgullo del equipo de investigadores que lo recibió entre sus más preciadas
adquisiciones.
El que no corre, vuela
De acuerdo a los estudios realizados, la
flamante integrante del museo, que recibió su nombre en homenaje a los 200 años
del primer gobierno patrio y de la independencia argentina, pertenece al
Cretácico y, según Novas, “viene a completar parte de la evolución de los
dinosaurios que darían origen al tiranosaurio, al velociraptor y a las aves
mismas”.
De gran tamaño y velocidad, este depredador
atrapaba a sus presas con sus dientes curvados y sus garras. Los descubrimientos
acerca de estas características se lograron a partir de la existencia de
ejemplares similares encontrados en China. Además, algunos de ellos conservaban
aún restos de piel y tegumentos, por lo que se estima que Bicentenaria poseía
plumas.
Luego de realizar los correspondientes
estudios a los 130 huesos hallados por Espedale, los investigadores recrearon
por completo la anatomía del animal en poliuretano expandible y lo montaron en
una estructura metálica, convirtiéndolo en uno más de los tesoros de la ciencia
argentina, que mantiene a la paleontología en un pedestal.
La reconstrucción, expuesta en el museo
ubicado en Parque Centenario, fue realizada por los paleoartistas Jorge Blanco
y Marcelo Issasi, integrantes del CONICET, y recibe cientos de visitas que cada
fin de semana, atraídas por la curiosidad, se acercan a conocer al nuevo
integrante de la familia prehistórica argentina.
Este orgullo de los estudiosos
prehistóricos constituye una joya para
el patrimonio nacional y una fuente de felicidad para los expertos, que
encuentran en su reciente adquisición, una oportunidad de volcar sus
conocimientos a una realidad palpable y devolver a la sociedad los frutos que
les ha dado su paso por la universidad.
Se crea así un estímulo mutuo entre la ciencia
y la sociedad; una renovación del compromiso de seguir contribuyendo a la
riqueza de un país, utilizando el pasado como un instrumento decisivo de apoyo,
desde la responsabilidad y la correcta utilización de los conocimientos y de
los recursos, orientados hacia el crecimiento.
Lo interesante del caso, al igual que en el
resto de los hallazgos prehistóricos, es la posibilidad de encontrar en él un
eslabón más en la historia, para revelar los misterios del universo desde su
génesis. Se teje aquí la relación implícita con el nombre elegido para el
animal, partiendo de la necesidad de reconstruir del pasado como herramienta para la
construcción del futuro. En la historia del universo o en la de un país. Hayan
pasado 200 años, o cien millones.
Pasado,
pisado
La zona donde fueron encontrados sus huesos es
privilegiada, además, por poseer una alfombra natural de huellas prehistóricas
que engalanan el suelo de alrededor del lago, en un banquete visual que se hace
presente cada vez que, para desgracia de los habitantes del lugar pero para
fortuna de los paleontólogos, se produce una bajante de las aguas.
Pequeña
Criatura
El carácter especial del descubrimiento no
sólo es el hecho de que haya sido encontrado en territorio argentino, y tampoco
sus tres metros de altura, sino su condición fundamental de eslabón que
completa una importante cadena de evolución que incluye grandes especies, como
el velociraptor y el tiranosaurio.
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